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viernes, 11 de noviembre de 2011

Orgullo y prejuicio_Jane Austen



En la rígida sociedad inglesa de principios del siglo XIX no cabe, para aquellas muchachas sin demasiados recursos, otra alternativa que la de encontrar un buen esposo. Así ocurre en el hogar de los Benet. Con cinco hijas en edad de casarse y pendientes de que todos sus bienes, a la muerte del patriarca, pasen a ser propiedad de un heredero varón ajeno al propio núcleo familiar, es la propia Señora Benet la que casi obscenamente, casi ejerciendo de madame, trate de arreglar el futuro de sus retoños.
Cada personaje  va retratando los vicios de una sociedad,  aquella, que no por extinta ha dejado de tener vigor. Una madre inculta e interesada, que es todo apariencia, dejándose en ridículo en la mayoría de sus intervenciones y haciendo que sus propias hijas, aquellas que no han heredado su carácter, sientan vergüenza. Un padre calmado, que parece estar por encima de los estereotipos pero que, sin embargo, se apresura a arreglar el casamiento de una de sus hijas después de que esta se fugase con su enamorado, para evitar, al menos intentarlo, las murmuraciones de sus vecinos.
Unas hijas menores, inconscientes y alocadas, vividoras de su momento, bien por la edad, bien por el especial apego con su madre; y unas hijas, las mayores, más serenas y sensatas que acaban encontrando el amor verdadero al lado de esposos adinerados. Buena moraleja, si lo fuese.
Alrededor personajes variopintos, el afectado primo que busca una esposa porque así ha de ser y rinde pleitesía a Lady Catherine, una adinerada señora embebida de su propia grandeza; la esposa de este, que no lo ama pero con el matrimonio alcanza posición. Bingley y su cohorte, un muchacho formal pero influenciable, rodeado de sus hermanas que le representan y aparentan amistad con aquellos a los que no soportan. Wickhan, el vividor mujeriego, buscador de dotes, que acaba siendo víctima de sus propios engaños y casado con una de las pequeñas de los Benet. Y Darcy, ese personaje altivo y prepotente que solo con el transcurrir de la novela se va convirtiendo en alguien tierno, noble y con un alto sentido del deber.
Nada es lo que parece y nadie es quien aparenta, aunque algunos, acaben siéndolo.
"Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia."

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