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jueves, 11 de diciembre de 2014

La montaña del rey_Carmen Villamarín



La montaña del rey es un relato…; y lo es, no es más que un relato; y con serlo, no sólo es un relato.
Si me gustasen los libros de Coelho, compararía este relato con su estilo, pero no es el caso. También podría verse cierto paralelismo con la idea de un dios padre que reside en las alturas, enviando a su hijo, y este a sus apóstoles, a extender un mensaje de Amor a los hombres. Pero no se trata de paralelismos o comparaciones. Se trata del contenido.
Villamarín tiene estilo propio, mezcla sentimiento, filosofía y fantasía en forma de cuento alegórico; un lenguaje sencillo, sin simbolismos innecesarios. Escribe desde dentro, para hablar del alma humana, de la humanidad entera comprendida en cada individuo, como una gota de agua que contiene en su interior la esencia del océano.
En la cima de una montaña existe un reino, guiado por un monarca lleno de sabiduría y bondad que desea extender tamaños bienes sobre las tierras cercanas, para que sus habitantes puedan disfrutar, así como lo hacen sus súbditos, de la libertad más absoluta: la felicidad.
Para ello encomienda a seis emisarios la misión de visitar a los súbditos de los reinos aledaños. Lo hacen, curiosamente, sin aleccionar; será a través del ejemplo y tras breves diálogos con las gentes con las que se van encontrando cómo estas se redescubran y miren en su interior.
Al hacerlo, al mirar en su interior, volverán a ver su auténtico ser. La bondad intrínseca de cada uno. El hombre tiende al bien y su naturaleza tiende a lo bueno (ya lo siento, estimado Sr. Hobbes, pero el hombre no sólo es materia, es alma y es alma bondadosa).
A pesar de ese interior rico, feliz y libre, el hombre no se revela siempre a sí mismo. De esa forma, el hombre no se reconoce en su propia identidad y pasa su existencia actuando de forma contraria a su propia naturaleza.  La sociedad condiciona y anula al individuo, de forma que este no se reconoce como ser único y busca fuera de sí lo que ya posee en su interior. Son los individuos los que deben conformar  una sociedad, no al revés. El hombre es bueno, tiende al bien; la bondad en las acciones hace al hombre libre, y el hombre libre es un hombre feliz, capaz de extender su felicidad a sus congéneres. Así es el reino que debemos buscar, allá arriba, en la montaña.
En definitiva, ciertamente, es un relato. Un bello relato que nos habla de esperanza y de búsqueda personal.

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